Carnaval Tenerife

Sesenta años del Carnaval que ‘bendijo’ la Iglesia

Murgas Canarias

Los Bigotudos, génesis de Ni Fú-Ni Fá, nacida en 1961

Tal día como hoy se cumplen seis décadas del primer concurso que ganó la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá P Rondallas, murgas y carrozas protagonizaron los certámenes de las Fiestas de Invierno 1961

El ‘nuevo Carnaval’, aquel que se disfrazó primero como Fiestas de Invierno en 1961 para a partir de 1976 quitarse la máscara, celebra sesenta años. Aquella edición, que se desarrolló del 11 al 15 de febrero, ni siquiera tuvo un cartel o programa, sino un tríptico que diseñó de favor el artista toscalero Juan Galarza que permitió anunciar una tímida relación de actos.

 

Así fueron las primeras Fiestas de Invierno 1961

El sábado 11 de febrero de 1961, a las 19:00 horas, cabalgata compuesta de carrozas, gigantes y cabezudos, bandas de música, grupos folklóricos, rondallas, parrandas típicas, etc., por las principales vías de la ciudad.

A partir de las 22:00 horas, bailes de trajes en sociedades recreativas y locales autorizados, todos los días que duren la fiesta.

Domingo 12, a las 11:00 horas, concurso de rondallas en la plaza de toros y a la salida desfile por las calles de Santa Cruz.

Las rondallas fueron los únicos colectivos —además de genuinos del Carnaval chicharrero, con un origen que se remonta a finales del siglo XIX— que capearon el temporal franquista en las “improvisadas manifestaciones” registradas en 1952 y 1953. Aquel 12 de febrero de 1961, cuatro formaciones líricas protagonizaron el primer concurso de las Fiestas de Invierno.

El certamen se celebró en la plaza de toros, donde un palco para ocho personas costaba 300 pesetas, frente las 30 que se abonaban por la grada de sol.

En el coso taurino actuaron Masa Coral Tinerfeña, Orfeón La Paz de La Laguna, Unión Artística El Cabo y Peña Tronco Verde. El primer premio de Interpretación recayó en la Masa Coral Tinerfeña, heredera de la antigua Juventud Republicana, cuyos orígenes se remontan a 1930 y que en las primeras Fiestas de Invierno actuaron bajo la dirección del maestro José Darias, lo que les permitió hacerse con el primer premio de Interpretación. Contaron con la intervención de los solistas Emilio de la Torre, Rainiero Febles y Jerónimo Foronda.

El segundo premio de Interpretación, y también mención por su fantasía Cosacos recayó en la Peña Tronco Verde. Al frente, Pepito Pérez, director de las rondallas del Viejo Carnaval que regresó de Venezuela para ponerse al frente de esta formación. Sus solistas, Jorge Cíe y Pedro Delgado.

A las 17:00 horas, en la avenida de Anaga, coso y concurso de carrozas y coches engalanados.

Lunes 13, a las 16:00 horas, en la plaza del Príncipe, concurso de aires hispanoamericanos y de parrandas típicas del país.

A las 17:00 horas, continuación del coso y concurso de carrozas.

Martes 14, a las 11:00, concurso infantil de trajes, en el teatro Baudet.

A las 17:00 horas, continuación del coso y entrega de premios a los ganadores del concurso de carrozas. El primero, con 25.000 pesetas de premio, fue para el Sindicato de Hostelería; el segundo, con 15.000, para Sindicato de Actividades Diversas, y dos accésits para Casino Principal y La Lucha.

Tal día como hoy hace 60 años, se “improvisó” un concurso de murgas en la plaza del Príncipe que fue organizado por la Delegación Provincial de Prensa, Propaganda y Radio del Movimiento en colaboración con Radio Juventud, siendo alcalde de Santa Cruz de Tenerife Joaquín Amigó de Lara, y gobernador civil Manuel Ballesteros Gaibrois.

En el concurso de murgas celebrado un martes participaron seis formaciones: Leones del Toscal, Afilarmónica Ni Fú – Ni Fá, El Chucho, Marte (del Real Unión), Pepé y La Silenciosa, de Tacoronte.

El primer premio recayó en la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá, de Enrique González, que recibió un premio en metálico de 3.000 pesetas. “No sabíamos ni qué hacer con tanto dinero”, recordaría el célebre director y fundador de las murgas de Canarias, formación que ganó desde 1961 y durante cinco ediciones consecutivas el máximo galardón, hasta que decidió seguir continuando fuera de concurso, hasta la fecha.

El segundo, dotado con mil pesetas, fue para la murga Marte y el tercero, con 500 pesetas, para la formación de El Chucho (de Valleseco).

Miércoles 15, a las 18:00 horas, en la plaza de toros, espectáculo de rondallas, parrandas típicas y conjuntos de aires hispanoamericanos.

A las 21:00 horas, en la plaza de España, exhibición pirotécnica”.

Aquellas primeras Fiestas de Invierno de 1961 contaron con un presupuesto de 60.000 pesetas, según los datos que en su momento aportó Opelio Rodríguez Peña, delegado provincial de Información y Turismo y jefe del movimiento —cargo que le valió la condición de censor de las murgas—, concejal del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y personaje fundamental en la recuperación del Carnaval con el antifaz en plena época franquista.

Papel fundamental también jugó la Iglesia a la hora de no poner obstáculos a la recuperación de las carnestolendas. Para ello, fue clave que al frente de la Diócesis de Tenerife estuviera entonces el primer y único prelado de la Isla hasta la fecha, el güimarero Domingo Pérez Cáceres, nacido el 10 de noviembre de 1892. Ordenado sacerdote el 21 de septiembre de 1916 por el entonces obispo de Tenerife Rey Redondo, fue consagrado obispo el 21 de septiembre de 1947 hasta que falleció el 1 de agosto de 1961, meses después de la primera edición de las Fiestas de Invierno.

Durante su ministerio episcopal, dos grandes objetivos: la construcción de la Basílica de Candelaria y del Seminario, proyecto este último que ejecutaría su sucesor, Luis Franco Cascón.

La edificación de la Basílica actual en la Villa Mariana, que fue inaugurada el 1 de febrero de 1959, fue un hito en su labor pastoral, si bien don Domingo, hombre humilde, generoso y bondadoso, se caracterizó por su cercanía con el pueblo, hasta el punto que muchos se sorprendían cuando llamaban al Obispado y directamente les atendía él, sin interlocutor previo, o incluso algunos le reprochaban su trato campechano con quienes lo iban a visitar y él acompañaba hasta la puerta, a lo que respondía: “Padre, si a mí me quitan eso, ¿qué me queda de obispo?”.

También recuerdan sus contemporáneos que el Ayuntamiento de La Laguna le regaló hasta en tres oportunidades un vehículo para facilitar su labor pastoral. La Corporación municipal registró el tercero a nombre de otra persona para evitar que se repitiera la misma experiencia que en los casos anteriores, cuando el obispo güimarero los vendió para dar el dinero a personas necesitadas o proyectos caritativos de la diócesis.

En la construcción de la Basílica, obra del arquitecto José Enrique Marrero Regalado, participaría dentro de un amplio equipo técnico como aparejador Enrique González Bethencourt, director a la postre, desde 1961, de la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá, que ya había realizado incursiones en el Carnaval en 1935, con la murga infantil Los Guanchi, y en 1954, cuando formó Los Bigotudos, génesis de la Fufa.

La tradición oral atribuye a Domingo Pérez Cáceres un apoyo explícito a la celebración de las primeras Fiestas de Invierno porque, no en balde, diez años después del inicio de los trabajos, en 1949, se pudo llevar a término la construcción de la Basílica de Candelaria gracias en buena parte a aportaciones de la feligresía. De ahí que se le atribuya una conversación con el entonces gobernador civil, Manuel Ballesteros Gaibrois, en la que le animó a permitir aquel “carnaval con antifaz” porque “el pueblo se había portado bien”.

Enrique González y González, biógrafo y médico personal del obispo güimarero, recuerda en su libro La memoria rescatada. Don Domingo Pérez Cáceres (1998) que el prelado “hizo la vista gorda con los carnavales”. “De la memoria prestada extraigo algo en relación con estas diversiones. Estando don Domingo paseando por el patio del Obispado, se acercaron varias beatas nerviosas e indignadas. Con voz temblona y compartida le aseguraron que las Fiestas de Invierno eran ocasión de grave pecado, que había que suspenderlas. Don Domingo las miró con ojos serenos y cara relajada. Y les contestó: “Muy bien. Ustedes a rezar y los otros a divertirse”.

En otra oportunidad, el martes 14 de febrero —tal día como hoy, cuando se iba a celebrar el concurso de murgas y en la víspera del miércoles de ceniza—, Acción Católica organizó un rosario para salir por las sociedades donde se habían anunciado fiestas de Carnaval. Opelio Rodríguez Peña telefoneó al obispo para informarle de lo que ocurría. Pérez Cáceres llamó al grupo religioso que iba a emprender la iniciativa y le dijo que “se fueran a rezar a las iglesias, que a mi pueblo lo conozco yo”.

Amparo Santos Perdomo y José Solórzano Sánchez, en su libro Historia del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, también reconocen el protagonismo de Domingo Pérez Cáceres para sacar adelante las Fiestas de Invierno. El caricaturista Paco Martínez, en una entrevista que publicó La Tarde el 27 de enero de 1979, asegura que “el obispo llamó a Blas Pérez, un palmero que por aquellos años era ministro de la Gobernación, para decirle que permitiera los carnavales; aunque el pueblo iba a pecar, no pasaría nada y una vez terminados irían a confesarse”.

En una entrevista, Pedro Doblado Claveríe, presidente de la primera comisión de fiestas de 1961, siendo alcalde Joaquín Amigó de Lara, a quien sucedió a partir de enero de 1965 hasta marzo de 1970, recuerda que el entonces gobernador civil, Manuel Ballesteros Gaibrois, que ocupó dicha responsabilidad desde 1961 y hasta 1963, “improvisaba unas vacaciones’ cada vez que llegaba el Carnaval y dejaba la responsabilidad de la fiesta en manos de las autoridades locales, pues conocía las aspiraciones colectivo-populares por recuperar la fiesta. Los actos se desarrollaban de forma pacífica, sin problemas. Nunca hubo ningún obstáculo ni político ni social para celebrarlo”.

El propio Gobierno Civil, una vez finalizadas las primeras Fiestas de Invierno, hizo publica una nota manifestando su “satisfacción por la belleza de dichas fiestas así como por el alto espíritu cívico con que todo el pueblo de la provincia ha sabido celebrarlas”. Eso sí, ante los crecientes rumores de los intentos para recuperar el entierro de la Sardina —que volvió al programa oficial del Carnaval en 1979— hizo constar en 1961: “Cualquier acto que pueda recordar a la mascarada medieval conocida con el nombre de Entierro de la Sardina será reprimido por los agentes de la autoridad”. “No será autorizado ningún baile ni fiesta (…) en esta primera semana por haber comenzado dicho periodo cuaresmal”.

La celebración del Carnaval en Santa Cruz no era un secreto de cara al general Franco. La Comisión Municipal Permanente del Ayuntamiento, a propuesta de la Alcaldía, se dirigió en plenas Fiestas de Invierno de 1965 para solicitar al Subsecretario de Turismo la declaración de interés turístico de las Fiestas de Invierno que anualmente se celebran en la capital, un reconocimiento que se concedió dos años después (1967) cuando fueron declaradas Fiestas de Interés Turístico Nacional. En 1980, ya en democracia, obtuvieron rango internacional.

 

Antes de 1961 ya hubo Carnaval

Incluso antes de que la tripulación del buque cañonero Laya fondeara en la bahía chicharrera y, aprovechando su estancia en el cuartel San Carlos, saliera por las calles del viejo Santa Cruz en un hecho que supuso la génesis de la murga.

Y es que la historia del Carnaval se construye por las continuas prohibiciones que, curiosamente, marcaron su devenir. La primera, el 8 de febrero de 1792, dictada por Thomas Cambreleng, alcalde real de Santa Cruz para poner fin a “la escena de todos los años en que nos presentan los hombres féminas, degenerados, que sólo esperan la llegada de estos días desaprensivos par mostrarnos sus aficiones invertidas (…), esa chusma de seres ignorantes de todo sentimiento de dignidad que nos pone en ridículo y ante cuyos desmanes no hay leyes ni autoridades que le pongan freno, nos presentará sin careta la decadencia de un pueblo falto de cultura y progreso”.

Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, desde el 18 de enero de 1980, Fiesta de Interés Turístico Internacional.

 

Humberto Gonar

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