«La situación que vivimos los habitantes de la zona de La Isleta con el Carnaval es horrible», explica Pino Hernández, una vecina que lleva años «tragándose el ruido» de las noches de «juerga» en la capital durante los meses de febrero y marzo. Desde que el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria confirmó la pasada semana que los mogollones del Carnaval de los Juegos Olímpicos de la edición de 2025 se celebrarán en las inmediaciones del Mercado del Puerto, los vecinos «han vuelto al ataque». «Menos mal que tengo unas buenas persianas en mi casa que aíslan bien el ruido, porque esto es inaguantable», manifiesta.
«Pero es que el ruido no es lo único que me molesta», continúa, «las calles apestan a orines y acaban llenas de basura, que es lo peor». Hernández no entiende por qué la celebración no se lleva a cabo en otra ubicación en la «que no moleste a nadie». «Para mí, el parking del Rincón, cerca del centro comercial Las Arenas, es una muy buena opción para los próximos años», propone. «¿Por qué no mantuvieron la localización del Parque de la Música?», pregunta. «Ahí sí que estaba bien ubicado», opina.
Otras quejas
La mesa del establecimiento del Mercado del Puerto donde disfruta Hernández de un aperitivo junto a unas amigas y su nieta, se convierte rápidamente en el plató de un debate. «Pues yo propondría al Ayuntamiento que hiciese el Carnaval de la ciudad en el Sebadal», interrumpe Isabel. «Ahí no hay viviendas, no hay vecinos y existen muchísimas parcelas vacías que no se utilizan para nada», argumenta. «Si en la pasada edición, las guaguas llegaban hasta Belén María y nadie se quejaba, pues que ahora hagan dos paradas más y alcancen a los carnavaleros hasta el polígono del Sebadal, esto es así de fácil», asegura.
Las amigas del barrio no comprenden cómo después de tantos años de Carnaval en la ciudad, aún la celebración no tenga una localización fija para todas las ediciones. «Y otra opción es que compren un terreno y fabriquen un escenario o algo así que utilicen siempre y que no tenga edificios ni vecinos a su alrededor», sugiere Hernández.
Aunque las noches de verbeneo se celebrarán en las inmediaciones del Puerto, las galas se reubicarán en el parque del Estadio Insular. «Claro, los vecinos de Las Alcaravaneras tienen que estar muy contentos porque no van a aguantar ni la mitad que nosotros», expone. «Y, todavía habrá alguno que se queje», insiste, «pues que vengan a Santa Catalina, La Isleta o El Puerto para que vean de verdad lo que es ruido y barullo».
Irene Peña añora disfruar de un Carnaval de día y un ambiente tranquilo junto a su hija y amigos. «¡Que dejen las fiestas al lado del auditorio y que vuelvan los carnavales durante el día a Vegueta!», reclama. Los mogollones no le gustan y el próximo año no asistirá a «ninguno». «Si tu quieres ir a una gala, pagas una entrada y vas a disfrutar de otra manera», destaca, «en las noches de Carnaval en el Puerto no pasa eso, es otro ambiente muy diferente, problemático y no tan divertido».
«Pues a mí, si soy sincero, ya me da absolutamente igual», reitera Paco Rodríguez, mientras disfruta de la fresca en un banco de la calle Albareda. «Es lo que hay, no puedo hacer nada, por más que me queje no voy a conseguir que el escenario de la juerga no esté en La Isleta». Rodríguez intenta hacer memoria de los años que la casa del Carnaval fue el parque Santa Catalina. «Es que ha sido tanto tiempo, que ni lo recuerdo, pero está claro que me he acostumbrado y ya no me afecta el barullo igual que antes», suspira.
Rodríguez sonríe mientras alza la vista atrás. «Yo también me comporté como ellos, me gustaba salir con mis amigos, pasarlo bien y beberme mis pìscos, y ahora no puedo juzgar a los que hacen lo mismo que hacía yo con veinte años», recapacita. «Al final la música y el ruido son solo los sábados y no todos los días de la semana, tampoco me parece para tanto», suaviza. «También te digo, las personas mayores que viven desde que eran críos aquí y aún no saben cómo funciona esto, ¿por qué no se compran una casita en otro lado de la Isla apartado de la ciudad?», cuestiona. «Pero, si nos quejamos», remata, «vamos a hacerlo de otros problemas mayores que sufrimos cada día aquí».
La celebración «llena» las cajas registradoras de los bares y restaurantes que bordean el escenario de las fiestas, pero aunque para algunos hosteleros es un «alivio económico», para otros las noches de Carnaval «se han convertido en una pesadilla».
Sin beneficios
Una de las trabajadoras del bar Don Jamón situado en la calle de Los Gofiones garantiza que a ella no le beneficia «en nada» que se celebren los bailes tan cerca de su establecimiento. «Aunque no todas las personas son iguales, muchos de los asistentes vienen borrachos y eso no trae nada bueno», acentúa. El establecimiento no se centra en «el copeo», y los asistentes a los mogollones «lo menos que consumen» es comida. «Yo a las once y media de la noche, como muy tarde, ya no sirvo comida, y a las doce ya me voy para mi casa, por lo que los mogollones me dan absolutamente igual», concluye.
Cristian Lillo y Paula Lillo son padre e hija. Ambos están a cargo de un bar familiar, y «desean» que lleguen los carnavales a la ciudad. «De esta zona nos han quitado la noche de San Juan, que era un muy buen ingreso durante el mes de junio, y ¡ahora también piden que nos quiten el Carnaval!», exclama. El propietario recuerda que esta es «la fiesta de Canarias» y que los habitantes «se la están cargando». «Es que si las quejas fueran únicamente con la celebración, te lo compro, pero es que la hostelería está cerrando a las doce de la noche porque los vecinos también se quejan de eso», añade Paula.
La preocupación de ellos recae en el turismo y el poco ambiente nocturno y hostelero que se respira en La Puntilla y La Isleta. «Es que si vienen turistas a disfrutar del Carnaval o de una noche de copas y comilona en la capital, no hay ni restaurantes ni bares, porque todo cierra demasiado temprano», lamenta Cristian. Para él, la ciudad se está convirtiendo «cada vez más» en un dormitorio, porque «no hay nada que hacer aquí». «Lo único que da un poco de vida a la capital», interrumpe Paula, «es esta celebración, porque de otra forma, estamos perdidos».
«Si no quieren ruido ni fiestas», retoma su padre, «pues que se vayan a vivir al campo o a otro barrio más alejado de la capital, o al menos de La Isleta, porque a mí me gusta la fiesta, y sobre todo el Carnaval, pero también me encanta descansar, y por eso no me compro una casa en esta zona de la Isla». «Es que a veces, parecen nuevos con el temita», concluye.
Mientras tanto, con quejas o sin ellas, los mogollones de la edición del próximo año aterrizarán el 28 de febrero en la zona Puerto de la ciudad.
Un intento de frenar la fiesta nocturna en el Puerto
El pasado mes de enero, los vecinos de La Isleta prepararon conjuntamente una demanda contra la celebración del Carnaval de la edición de 2024 en la explanada situada junto a la rotonda de Belén María, en La Isleta. Comunicaron al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria que la ubicación escogida para celebrar las fiestas retendría el tráfico en la zona, provocaría contaminación acústica y traería comportamientos incívicos a las calles del barrio. De esta forma, la situación vulneraría sus derechos como ciudadanos. Los habitantes del Puerto «no veían lógico» la reubicación del escenario del Carnaval tras el comienzo de las obras de la Metroguagua en el parque Santa Catalina, trabajo que inhabilitó la explanada y no permitió la normal celebración de la Fiesta de Interés Turístico Internacional de la ciudad. Tras el descontento del barrio, Juan José López, uno de los vecinos, tomó la iniciativa de realizar una recogida de firmas para erradicar la problemática por el barullo y los cortes de tráfico que no permitían a los habitantes acceder a sus viviendas situadas en las calles de alrededor de la zona. En la celebración de una de las asambleas también plantearon la posibilidad de recortar el horario de los mogollones, ya que algunos terminaron a las cinco de la mañana y no permitían el descanso de los vecinos. La denuncia, además, fue presentada por la misma abogada que logró tumbar los carnavales de Vegueta, que se dejaron de celebrar en el año 2020.
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