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Tom Carby, el único diablo que ha subido al cielo

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El 31 de octubre de 1994 falleció Tomás Carvajal Rodríguez, conocido en el Carnaval y el boxeo como Tom Carby. En su funeral, Antonio Ramírez, Toño el Chocolate -entonces director, fundador y presidente de la Sociedad Mamel’s-, lo inmortaliza con una frase lapidaria: «El único diablo que ha subido al cielo», una efemérides para la familia trónica en particular y el Carnaval en general de la que se conmemoran 25 años, y que coincide con las bodas de oro de la fundación de Diablos Locos, que se celebra en el próximo 2020.

En Tom Carby confluían dos pasiones: boxeo y carnaval, hasta que la murga le acaparó la mayoría del tiempo y le obligó a dejar su otra afición. En ambos casos ayudó a decenas de vecinos y amigos de la Cuesta Piedra, donde nació Diablos Locos. La murga salió el primer año, bajo la dirección de Domingo Santos López y Tom Carby en la fila, tocando la sandunga; sin su característica peluca rubia que incorporaría a su atuendo con el paso de los años, por el que era tan reconocido en Carnaval como por su patada al aire, que marcaba el final de las canciones.

Tras pasar su infancia en Los Llanos, se trasladó a las viviendas sociales de Cuesta Piedra, donde conoció a Bolodia Morales Morales, quien a la postre fue su esposa, y madre de Masi, Lali Carvajal. Aunque era natural de los altos de Arico, Bolodia se trasladó a la Cuesta de Piedra para cuidar a una tía. Después de once años de noviazgo, cuenta su hijo, un día le dijo a su entonces novia: «Nos casamos ya porque no voy a estar así un año y otro más», para advertirle: «Si te casas conmigo, también lo haces con mi madre», quien formaría parte del hogar de Carvajal Morales, en una lección de la importancia de la familia, explica un emocionado Masi cuando se refiere a su abuela Antonia. Carby era el segundo de tres hermanos -Irlanda, Tom y Juan-.

 

La murga, su vida

Masi no recuerda irse de vacaciones a veranear porque estaba pendiente con los preparativos: «La murga se convirtió en su vida». Diablos Locos celebraron los primeros ensayos para el Carnaval 1971 -entonces bajo la máscara de Fiestas de Invierno, para sortear la prohibición franquista- en la casa de Germina, y luego en un terraplén que estaba por detrás de la vivienda de doña Candelaria, la inseparable amiga de la familia Carvajal Morales, que se localizaba en la Cuesta Piedra. Ya en 1979 Diablos Locos se muda a la casa de la calle Candelaria, cerca de La Noria, de donde se han trasladado ahora al antiguo colegio Tena Artigas, en Miramar, a la espera de que concluya la rehabilitación del inmueble dentro de un año.

«Mi padre, que le costaba para leer y escribir, se aprendía las canciones escuchando los ensayos», pone en valor su hijo, que se inició con tres años como mascota de Diablos. «Él y yo parecíamos el Poxipol: donde iba él, iba yo. Estábamos siempre juntos». «Fíjate qué curioso: mi padre estuvo 24 años como director, porque el primero salió como componente, murió en 1994 y en el Carnaval 1995 no se puso nadie al frente, y a partir de 1996 tomé yo la dirección, y ahora tomará el relevo Tomi cuando acabe el próximo año», explica para referirse a los dos ciclos de 25 años que han cubierto en la historia de Diablos Locos primero Tom Carby, luego el propio Masi Carvajal y, en unos meses, su hijo mayor, Tomi.

Carby comenzó en el mundo laboral como pintor, hasta que logró una plaza en el servicio de mantenimiento; mientras, su esposa, Bolodia Morales, fallecida el pasado 15 de enero, era el pilar de la familia. Igual ocurre en la actualidad con Pino, esposa de Masi, apoyo fundamental e incondicional del director de Diablos, quien ha inculcado también el amor por el Carnaval a sus hijos, Tomi y Dani, tercera generación Carvajal en la murga.

En el año de las bodas de oro de la fundación de la murga, Masi recuerda la anécdota que le contaron los carnavaleros de la expedición que viajó en los años ochenta a Río de Janeiro. Estaban ya todos preparados a las puertas del hotel de Brasil mientras esperaban a que bajara Carby. En vista que el tiempo se prolongaba, Miguel, de la Ni Fú-Ni Fá, compañero de habitación de Carby, subió y se encontró al director de Diablos Locos en la bañera, mientras salía un hilito de agua de la llave, intentando averiguar cómo se activaba esta macana, como la llamó Carby, porque el mecanismo se manejaba entonces en Brasil con un botón, dice Masi mientras se ríe.

La peluca trónica

En otra ocasión, Tom Carby revolvió todos los armarios de la murga y de su casa porque no encontraba su característica peluca, y se negaba a salir al concurso sin ella. «Al final le conseguimos una vieja, y al final salió, aunque mosqueado, y luego ya se compró una. Curiosamente, poco después de su fallecimiento, encontraron su característica peluca en una bolsa guardada en un armario. Seguro que fue que la dio para alguna exposición, se la devolvieron y la guardó ahí…», precisa su hijo. «Lo de la peluca era una película. Cuando acababa el Carnaval, mi padre se la llevaba a Margara, que se encargaba en su peluquería de peinarla y darle laca; parecía que era de una artista».

Solo las anécdotas de Tom Carby dan para hacer un libro, explica Masi. Si la peluca y la patada al aire eran sus señas de identidad en el Carnaval, en la vida cotidiana se caracterizaba por sus pantalones blancos -«con el filo sacado, no de cualquier manera», explica Masi-, a juego con sus zapatos blancos, con su guayabera y el doble flequillo de su peinado, una costumbre que incorporó de los dos meses que estuvo en Venezuela.

Diablos Locos es la murga que más premios de interpretación ha conseguido junto a Mamelucos, Triqui-Traques y Bambones.

Junto a Tom Carby, la historia de Diablos Locos se escribe con referencias obligadas a veteranos componentes como Carbilla, Domingo Santos, el Papi, el Tilija o Malacho, «un letrista excelente que tenía la misma facilidad que el maestro (Víctor Asensio), que coge la idea y en una hora te hace una canción». Entre los más antiguos en activo, el Moro, Juanito Cabeza, el Portugués, Oché…

La pasión por el Carnaval la heredó Lali, la hermana de Masi, que comenzó en el grupo coreográfico Orquídea, para luego seguir a Maxilocas, de Martina Carreño; Caña Dulce, Sabor Isleño, Bohemios, Ni Muchas y desde hace tres años Diabólicas, cumplimiendo el sueño de su padre: verla de directora, y encima con su hija Tania como compañera de fila. Tom acuñó el término «trónico», con el que respondía a los periodistas cuando le preguntaban cómo veía el Carnaval, sinónimo de que por encima de los premios estaba el valor de la amistad, que por donde pasa Diablos tiene sabor a arepa, sinónimo de Carnaval.

Fuente: ElDía.es

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